"SIETE ARTES"

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miércoles, 28 de febrero de 2018

EL MURO DEL ESCRITOR - "EL OJO" por RICHARD DRAGG (segunda entrega)






EL MURO DEL ESCRITOR
"EL OJO"

por RICHARD DRAGG 
(segunda entrega)




E. Ricardo Cotóm: Seudónimo / Richard Dragg

Guatemala
EL OJO
Relato corto / terror sobrenatural.

Paginas 23




Abrió el lado del conductor mientras se estremecía al sentir el frío de la noche. Sin ninguna razón giro la vista al callejón pensando que alguien le observaba. El pensamiento fue aterrador así que subió y se acomodó dentro. Comprobó que todo estuviera en orden, le coloco el cinturón de seguridad a su amiga luego el suyo, se detuvo ante la idea de que esta vomitara en el interior, le ato el cabello y bajo un poco la ventanilla para que el viento le refrescara, esperaba con eso evitarse la incómoda escena. Miro por el retrovisor al dar marcha atrás. Las luces de los faros golpeaban la pared del bar generando sombras extrañas que se acomodaban a la perfección. La sensación de ser observada era aún tan fuerte que le provocaba sobresaltos mientras retrocedía, su mente le jugaba la extraña certeza  que de pronto alguien saldría de la oscuridad cortándole el paso para luego obligarla a salir y… –  ¡basta!              – mascullo mientras el miedo desaparecía. Comprobó que Bárbara estuviera en posición adecuada, luego se marchó al apartamento tomando la avenida más próxima.

Con suma dificultad logro llevarla a su apartamento. Decidió en el mejor de los casos dejarla dormir en su cama y no llevarla a su edificio ya que no le agradaba ese lugar y se sentía mucho más tranquila en el suyo. Tendría que estar pendiente de ella pero siempre que estuviera cómoda en su habitación no le importaba. La noche siguió su curso normal y el sueño le acogió en el interior del velo inactivo que se adueña de la oscuridad. El diván sobre el que descansaba le permitió soñar aunque al despertar no recordaba absolutamente nada del sueño. Mientras dormía soñaba con la figura oscura en el iris de su ojo, gritaba sin obtener ayuda de nadie, estaba sola en un lugar oscuro y entonces ellos…

La luz de los reflectores comenzó a iluminarle desde un ángulo para luego pasar al opuesto. El camarógrafo le daba indicaciones que ella seguía a la perfección. Su mente vagaba ante la sensación que se gestaba en su pecho      – ¡asma! – eso había dicho el médico. – era increíble que padeciera eso. Y lo peor de todo era que llegaba en el mejor momento de su vida. – su sonrisa, su rostro perfecto como si estuviese hecho para la cámara. La sensación poco a poco quedaba atrás y el nuevo y resplandeciente sol albergaba un tinte de felicidad. Su agente le había notificado sobre la sesión fotográfica para la presentación de la nueva serie de televisión que se estrenaría en dos meses. Su papel el protagónico era el de una chica que se enfrentaba al lado de sus compañeros a ciertos asesinatos en la ciudad que no podían calificarse de naturales. Las críticas hacían alusión a su magnífica interpretación de aquel personaje lo cual se convirtió en una plataforma que permitió asegurarle un papel tan importante en un largometraje. La película tenía el título de “La sombra al atardecer”, era una película de terror a lo Lovecraft.
– Muy bien, eres perfecta para este trabajo. ¿No has pensado en modelar?, levanta la barbilla, eso es… gira un poco. Sonríe. Esplendido. ¡Bien hecho! 
 – Él fotógrafo y sus tres ayudantes se reunieron comentando lo sensacional que había estado la sesión de fotografía, Margaret un poco exhausta se dirigió al sofá color crema situado al lado de la enorme ventana del lugar; el piso era de madera contrastando con el color de las paredes. Levanto la vista fijándola en los rostros que reían en una especie de jerga verbal masculina. Curiosamente el trípode que sostenía uno de los reflectores se balanceo hasta que cayó estrepitosamente, el fotógrafo giro de prisa quedando extrañado al ver caído el reflector. No sufrió daño pero aun así el rostro que mostraba no era de alivio sino de incomprensión. Dentro no había corriente de viento que provocara aquello, la ventana se encontraba bien cerrada al igual que la puerta – quizás no lo coloque bien – dijo mostrando una sonrisa fingida – es lo más seguro – respondió uno de sus ayudantes. Pero Margaret veía con algo semejante al horror, había creído escuchar aquel murmullo en esa dirección. El teléfono móvil vibro un par de veces, lo saco de su bolso. Era Bárbara. Aún estaba en la ciudad ya que la salidita de la noche anterior la había dejado indispuesta para viajar.
           – Diga – respondió Margaret sonando incluso para sí misma de una manera automatizada.         
– ¿Quieres almorzar conmigo? – lo siento aún tengo que resolver unas cuantas cosas, pero te veré en la noche antes de que te marches – claro, me parece bien. ¿Estás bien?, suenas un poco extraña  – es solo que la sesión de fotos me ha dejado un poco exhausta eso es todo, pero cenaremos hoy – ¿Qué dijo el médico? – tengo asma y… – ¿y…? – nada, tan solo una irritación en el ojo derecho, probablemente conjuntivitis, es tratable – debes cuidarte de esas cosas – lo sé, te veré luego – de acuerdo hasta pronto – la imagen que indicaba que la llamada se desarrollaba se retiró de la pantalla dejando de nuevo el fondo con el edificio en New York al que anhelaba ir en cuanto tuviera la oportunidad o bien cuando su agente le diera luz verde para la filmación de la gar película. – hemos terminado, eres un encanto y espero volver a trabajar contigo en una nueva oportunidad. Tu rostro es perfecto, deberías dedicarte al modelaje. – gracias, pero amo lo que hago. – está bien, bueno puedes retirarte yo me encargare de avisarle al productor cuando el material ya esté listo, cuídate. – gracias. – cuando salió de la habitación sintió como el sol ya de un medio día intensificaba el asediado calor sobre la ciudad, el paisaje repleto de edificios y luces era perfecto se dijo. Las siluetas de las personas se movían de un lado al otro mientras ella solo fijaba la mirada al cielo, quizás todo saldrá bien pensó para sus adentro y se encamino al estacionamiento subterráneo donde su automóvil le esperaba. Almorzó sola en un restaurante del centro, pensaba que quizás hubiese sido mejor aceptar la compañía de Bárbara pero luego la rechazo al sentirse bien mientras degustaba una hamburguesa. Rompería la dieta por una vez y si se le antojaba otra pues la ordenaría. Ese era su día.
Más tarde al salir de la oficina donde su agente le comunico el inicio de la filmación que sería en tres semanas el viento le agito el cabello de forma violenta. Decidió dar una caminata antes de subir a su vehículo, los árboles se encontraban uno tras otro a las orillas de la acera, las luces de las lámparas brillaban con ese tono amarillento extraño y melancólico que tanto evitaba. Los escaparates ofrecían artículos en oferta tras las vidrieras en las tiendas de descuentos y la gente se detenía a observar los precios antes de siquiera formularse si podían obtenerlos. Subió los escalones dejando atrás la luz violeta del atardecer. Sostenía en su mano y el hombro su bolso fiel. Su rostro era demasiado bello para el lugar pero eso no le importaba. Cada paso que daba era remitido por un golpeteo de tacones envolviendo ecos lejanos.
Se encontraba dando un paseo, por alguna razón en el pecho sentía que algo le molestaba y eso no tenía nada que ver con el hecho de que le diagnosticaran asma, Bárbara su primer y única amiga desde que llegara a la ciudad había perdido su vuelo por culpa de la salida la noche en que sufrió el “ataque” en su apartamento y también era la noche en que había creído ver aquellas figuras danzando, así que la vería para cenar y se despedirían de una forma menos problemática. – Por suerte ninguno de los dos incidentes volvió a ocurrir, aunque Bárbara había tenido problemas, según el médico que la había atendido estuvo a punto de sufrir una sobredosis de cocaína  – Pero ahora mientras daba un paseo por la ciudad algo se gestaba en su pecho, temía que volviese a tener problemas para respirar por lo que se imaginó que si caminaba aquello no sucedería y entonces como si hubiese sido evocado el ardor en su ojo se disparó como una llamarada.
Se detuvo frente a una tienda en la que se veían dos letreros que indicaban el veinte por ciento de descuento en los artículos seleccionados. Pero la razón por la cual se detuvo era por el enorme espejo que reflejaba su cuerpo completo. Dedico un tiempo a observar sus ojos, los notaba un tanto enrojecidos. Se veían entristecidos y extraños como si fuesen los de algún cadáver. Bajo la vista en ese momento ya que creía haber visto algo. Miro más abajo justo donde su bolso se encontraba y lo que vio le sorprendió. Un enorme ojo del tamaño de un puño le observaba sin cornea ni carne alrededor, solo el ovalo blanco con el iris, era azul y parecía demasiado vivo. Se expandió un instante y luego le vio directamente. Se giró todo lo deprisa que pudo pero no había nada detrás suyo. Su respiración empezó a ser más difícil. Temiendo un ataque en plena calle decidió marcharse quizás el estrés le provocaba alucinaciones.   – ¿Por qué eran alucinaciones?
– Tras de sí solo unos cuantos automóviles circulaban, no había gente en los alrededores así que estaba sola ante el inicio de la noche, esto le aterro y le impulso a seguir. De pronto antes de dar el primer paso se dio cuenta de lo solitario que estaba aquel tramo peatonal, su sombra se expandía hacia atrás sin definir su perfecta silueta, los pequeños arbustos aun verdes se manifestaron mediante el soplo del viento y luego todo quedo en silencio pero no cualquier silencio sino uno muy macabro, extrajo su inhalador pero no resolvió el problema aún tenía la sensación de un “ataque”. Caminó directo al lugar que estaba delante de ella donde la gente se aglomeraba, era mejor estar rodeada de extraños que estar sola con esa imaginación. Su respiración comenzó a ser más difícil aun si eso era posible, le daba la impresión de que si no se calmaba se intensificaría de un momento a otro hasta matarla. Caminó evitando ver dentro de las tiendas a su alrededor. Entonces dio un respigo al escuchar el sonido de su teléfono celular.
– ¡hola! ¿Quién es? – contesto con la voz temblorosa. – Soy yo – respondió la femenina voz tras el intercomunicador celular. – dudo un segundo en responder a tan estúpida respuesta, se planteó colgar y seguir caminando para tomar un autobús y rodear la calle hasta llegar al estacionamiento y recoger su automóvil. Por ningún motivo deseaba regresar caminando por ese lugar.        – Soy yo, Bárbara – el alivio se introdujo por sus terminales nerviosas y le tranquilizaron un poco. El viento arremetió esta vez un poco más fuerte, le revolvió el cabello. Se lo acomodo colocándoselo tras las orejas. – Estoy aquí – dijo mientras Margaret le diviso sobre la pasarela. Ambas se encaminaron y se encontraron al pie de los escalones. Caminaron un largo rato hasta que Bárbara se quedó en silencio. – ¿puedes prestarme tu automóvil? – el mío era solo de alquiler y ya lo he devuelto. Quede con un chico en un bar y preferiría regresar sola al apartamento, es más pasare al tuyo y lo dejare en el estacionamiento. – ¿qué tipo de chico es? Espero no sea como el de la otra noche. – para nada, es un viejo amigo que quiere despedirse de mi antes de marcharme y después de lo que sucedió la otra noche no puedo darme el lujo de perder de nuevo el vuelo. Por cierto espero me perdones por no poder cenar esta noche contigo como habíamos quedado. – no te preocupes estaré bien      – enserio, eres la mejor – no, solo soy tu amiga. – ¿Cómo volverás al apartamento? – Tomare el subterráneo – te acompaño hasta la estación                   – claro, toma las llaves. El automóvil está en la primera plaza en el área B.                            Si, lo encontrare.
  La entrada al subterráneo se encontraba despejada, parecía casi abandonada a decir verdad. Mientras descendían comenzó a escuchar muy tenuemente el murmullo de aquellas voces y tenía la terrible sensación de que aquel ojo que vieses dentro del espejo le esperaba. Entorno los ojos a ambos lados en búsqueda del inusual ojo como si este fuese a materializarse de nuevo. Bárbara le miro extrañada pero sin decir nada, al parecer esperaba que fuese lo que le ocurriera a Margaret no le impidiese dirigirse a su cita nocturna. Bajaron lentamente por los escalones hasta que sus cabezas desaparecieron en la parte inferior, el sonido del interior estaba amortiguado dejando escuchar tan solo murmullos aunque muy diferentes a los que comenzaban a aterrarle. De pronto casi al llegar al final del descenso Margaret se detuvo, se giró con violencia. Casi perdió el equilibrio pero su amiga le sostuvo. Se encontró con las pupilas dilatadas y los ojos como platos, su piel extrañamente fría y pálida a la vez. Sus piernas flaquearon pero se mantuvo de pie. Su expresión era de total horror, uno que Bárbara apenas lograba comprender.

           – ¿Que sucede?
– Susurro débilmente mientras observaba a Margaret. Su voz sonaba lejana y poco audible, insignificante sería la mejor definición. En el umbral de la entrada al subterráneo de nuevo aquel ojo le observaba rodeado de una espesa bruma, flotaba como un globo. Le veía siniestramente. Luego se desvaneció dejándola con un ataque asmático a la entrada de su comprensión. En esta ocasión el inhalador fue efectivo – Nada. – fue todo lo que pronuncio, luego se despidió de Bárbara. Sentía esa terrible presión en el pecho, respiraba demasiado rápido tanto que pronto temió llamar a Bárbara para que le ayudase. Se recostó sobre la pared del amplio pasillo el cual conducía a la estación del tren. Respiro profundamente contando de cien hasta cero lentamente. El dolor cedió y pronto recupero el ritmo normal de su respiración. Se encontraba agotada.
La luz de la luna brillaba en el exterior acercándose ya en dirección al cielo medio y las estrellas le acompañaban en la inmensidad de la bóveda  nocturna aunque no pudiera verlas. Luego se encamino y subió al tren subterráneo. Se acomodó en la entrada en uno de los asientos vacíos, miro a todos lados topándose solo con un hombre de edad avanzada que leía el diario con un extraño fruncimiento en el rostro. Las argollas que colgaban del techo y que servían para sujetarse al ir de pie se balanceaban de lado a lado en el vagón. Sobre las parrillas no había ningún equipaje, tan solo unos cuantos envoltorios de comida chatarra se movían ante el deslizamiento del vehículo sobre los rieles. Afuera solo las luces alargadas del túnel por el cual circulaban parecían tener vida. Miro atrás justo a la dirección de la que venían y todo era oscuridad pero en medio de ella las figuras oscuras se encontraban de pie danzando vigorosamente. Se recostó y estuvo a punto de dormirse hasta que un acceso de tos le despertó. Al abrir los ojos temió por su cordura.
El edificio de apartamentos poseía el aspecto de una enorme roca, la base era iluminada por la luz artificial del alumbrado público expandiéndose desde abajo hasta sucumbir a la oscuridad de la noche en la cima. Un tanto lúgubre yacía sobre el diván observando la televisión. Los almohadones estaban esparcidos en el piso, enfrente sobre la mesita de vidrio se encontraban abiertos los diálogos de la última grabación en el estudio y a su derecha una planta adornaba la esquina cubierta por una gruesa cortina purpura sobre la ventana. Veía el noticiero sin verlo en realidad. La habitación se encontraba a oscuras nada más iluminada por el fuerte resplandor del televisor, su luz expandía su sombra alargándola hacia atrás como un haz oscuro.
La ventana cubierta por la cortina purpura estaba abierta, el viento se filtraba taciturnamente hasta que la habitación adquirió un frio lúgubre. Las esquinas purpuras se abrieron dándole paso a unas cuantas ráfagas fantasmagóricas. Detrás de la cortina en la inmensidad de la noche el ojo que antes viese se acercaba sin que ella se percatara. Se cubrió con ambos brazos mientras pensaba en levantarse e ir por una chaqueta extra y de paso cerrar la ventana. Se puso en pie dirigiéndose al closet, saco una chaqueta blanca semejante a la que llevase aquella noche al bar – malos recuerdos – dijo a la habitación aparentemente vacía y saco otra, esta de color negro. En el noticiero anunciaban el alza del petróleo.
Margaret se acomodó de nuevo y se sumergió en sus pensamientos. El ojo se acercó mucho más hasta ser un punto blanco en la oscuridad del tamaño de un balón de futbol. Margaret volteo sintiendo que le observaban. Se sobresaltó al ver aquel ojo mucho más cerca que antes, se puso en pie y todo lo que dijo fue – ¡¿Qué…?! – trastabillo, retrocedió todo lo que pudo pero sus piernas no le permitieron correr lo lejos que pretendía. Su rostro era de asombro mezclado con horror, creía que se estaba volviendo loca.
Entonces el ojo retrocedió un poco, Margaret creyó que se alejaría pero se detuvo. Luego pareció verla fijamente y Margaret agradeció que no tuviera parpado. De haber parpadeado seguro habría sucumbido ante la demencia. El ojo se veía muy maltratado, en su interior se veían algunas finas venas con aspecto de raíces y alguna que otra marca quizás provocada por algún corte. Luego el ojo se ennegreció dejando tan solo la oscuridad de la noche.
– ¡¿Qué fue eso?! – pero tan solo obtuvo como respuesta la voz dentro del televisor que daba los precios del petróleo en el viejo continente. El presentador de noticias dio paso a unos cortes comerciales, la cámara le enfoco desde un ángulo lateral y luego un anuncio publicitario en el que ofrecían seguros de vida contra accidentes lleno la pantalla. Se quedó de pie inmovilizada ante la ventana sin tener el valor de acercarse y cerrarla. Sabía que aquello no impediría que entrase si se lo proponía pero si estaba cerrada le reconfortaría un poco. Mientras decidía en cerrar la ventana o salir huyendo del lugar un nuevo sonido le llego desde muy lejos. El sonido de un puño golpeando su puerta, pareció superfluo. Se giró y sin pensarlo se dirigió a la puerta. Una vez delante de la puerta miro a través del visor. Para su sorpresa era Bárbara, se alegró aunque por otra parte se le hizo extraño que su amiga llegara más temprano de lo habitual, en todo caso se lo agradecía.
Antes de abrir la puerta aun con la mano en el cerrojo miro de nuevo, ahí estaban las figuras oscuras, su mano se aferró al pomo y mientras lo hacía sintió que le invadía un escalofrió. No se atrevía a ver de nuevo pero lo hizo, delante tan solo el pasillo brillaba en soledad, se sintió aún más confundida y entonces por fin ocurrió lo que tanto temía. Su pecho comenzó a luchar por llevar aire a sus pulmones, la cabeza le latía como un corazón y las fosas nasales parecían cerradas casi en su totalidad. Tenía que hacer grandes esfuerzos para poder respirar y eso le causaba muchas dificultades.
Tenía mareos pero no esos que producían los malestares intestinales, eran más del tipo “estoy drogada”, se apartó de la puerta sin dejar de verla y se refugió en el diván con la vista alerta hacia todos los rincones de la habitación. Seguía sin poder respirar y en ese momento se maldijo por no haber acudido a comprar su tratamiento para el asma, el inhalador era inútil como lo había dejado entrever el médico. – Estoy volviéndome loca – susurro mientras que afuera el viento sonaba más extraño que nunca. Arrastraba esos murmullos en coro como si fuesen de algún ritual. Sintió seca la boca pero no tuvo el valor para ir por algo de beber, tenía calor en el cuerpo y sudaba sin siquiera notarlo. Ahora podía respirar mejor pero sentía como si fuese a contraer un resfriado. Se recostó mientras en las noticias anunciaban que en los próximos días podría haber lluvias dispersas.
Durmió, mientras soñaba su respiración casi se había normalizado, tenía la cabeza de lado y los brazos cruzados, encogidas las piernas a la altura del pecho y balbuceaba algo. En el sueño estaba con sus hermanos jugando en “las tierras prohibidas” como solía llamarlas su madre, estaba buscando un tesoro inexistente invento de niños, habían escuchado una serie de frases en coro, detrás de los matorrales podían ver como una nube de humo subía al cielo, caminaron manteniendo el silencio y llegaron a una fosa, la pequeña Margaret se resistía pero sus hermanos la llevaron en contra de su voluntad, dentro había un cadáver. El cadáver no tenía cabeza, al parecer había sido decapitado pero lo más aterrador era que un ojo azul empotrado en un pedazo de carne putrefacta sobresalía del borde de la fosa y los contemplaba a todos con algo semejante a la ira. Pero no era todo, también había un grupo de personas alrededor totalmente desnudas y bañadas en sangre. Al verlos salieron corriendo dejando a la pequeña Margaret aterrorizada sin poderse mover. Eso formo parte del terror nocturno de todos por años.
 Salieron corriendo dejando a Margaret sola, petrificada viendo aquel ojo azul muy lastimado que derramaba sangre a borbotones. Tenía algunos cortes y unos cuantos fragmentos negros incrustados en el iris. Al lado del ojo sobre el suelo repleto de hierba seca que empezaba a podrirse se encontraba un libro de pasta negra abierto, sus hojas estaban manchadas de sangre pero Margaret pudo leer una sola frase “XQUIQ” ⃰. El ojo se movió, Margaret no sabía si por casualidad o por cuenta propia pero se movió.
Las personas interrumpieron el ritual y la observaron fijamente. Entonces un anciano se acercó a ella. Margaret se puso en pie y comenzó a correr.
          – ¡no dejen que se marchen!
 – grito, y su voz viajo por los linderos como una maldición. Corrió tanto como pudo segura de que le seguían, resbalo unos metros más adelante, al voltear pudo ver que las personas bañadas en sangre estaban de pie haciendo una especie de reverencia solo que no lo parecía en realidad, era mucho muy siniestra incluso podía ver vahos de oscuridad brotar de ellos mientras en coro decían palabras ininteligibles.
Mientras aun dormía y soñaba con aquel episodio aterrador de su infancia comenzó a pasarse la mano por el tejido del parpado debido a que le ardía, la irritación se hizo presente enrojeciendo el área que rodeaba la cuenca del ojo. Entonces empezó a tener dificultades para respirar despertó de un sobresalto debido a la falta de oxígeno abrió los ojos expresivamente mostrando señales de alarma y en medio de jadeos luchaba por llevar aire a sus pulmones.
Por fin luego de un angustioso momento el oxígeno ingreso por su sistema respiratorio revitalizándola de forma vehemente y se desmayó sosteniendo en sus manos el teléfono móvil.
Despertó de súbito, aún tenía la sensación de estar frente al ojo y la gente bañada en sangre. Algo le irritaba la comisura del ojo y en el interior sentía como si algo le escociera justo en el iris. Se encamino al lavabo sin recordar lo mucho que estaba asustada ante su alucinación o pesadilla. Llego, abrió el grifo mientras tenía el ojo cerrado, se enjuago con bastante agua, entonces comenzó a gritar al ver el ojo en el espejo, palpo con incredulidad su mejilla, sangraba y en la cuenca donde se suponía que debía estar su ojo no había nada. Descontrolada corrió en dirección al teléfono pero se detuvo de golpe, el ojo, ese macabro ojo le esperaba flotando en medio de las manos de una de las figuras oscuras. Se encontraban de pie observándola aunque no podía ver sus ojos, podía sentir sus miradas. La habitación comenzó a empequeñecerse, Margaret no podía creerlo, intento gritar pero no lo logro. Una especie de niebla oscura comenzó a brotar del piso, al principio sin forma pero luego comenzó a rodear a las figuras y estas comenzaron danzar gesticulando frases ininteligibles, Margaret enloquecida corrió en dirección a la ventana y salto. Luego todo fue oscuridad.

FIN

  
Notas: Extraídos del dialecto Maya Quiché

Molay: Congregados
XQUIQ: La de la sangre







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5 comentarios:

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    1. Muchas gracias por leernos. Te invitamos a leer todas las publicaciones de nuestros estudiantes en el Muro del Escritor siguiendo este link: http://sieteartescursos.blogspot.com.ar/search/label/Muro%20de%20Estudiantes

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    2. Muchas gracias por visitar nuestro sitio. Te invitamos a participar de nuestro Muro de Escritores: http://sieteartescursos.blogspot.com.ar/2017/11/espacio-cultural-siete-artes-seminario.html

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